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«LA LIBERTAD DE SER TÚ»

Su autor y amigo #PacoBorrego , nos regala a corazon abierto su último trabajo literario titulado «LA LIBERTAD DE SER TÚ», en el que nos describe como fueron los comienzos del 1° Grupo Joven de la #hdadSanBenito y su evolución…

Todo contado desde su punto de vista y perspectiva a modo de Biografía personal.
Enlace aL libro_electrónico https://t.co/43ZlFCIhci

Disfrutenlo como nosotros 💜

Detalle-Regalo de sus AmigosdelaCalzá al Autor

Cartel Amigos de la Calzá 2020

«En un baúl cualquiera»

Rebuscando en el viejo baúl de la buhardilla de Casa, la encontré. Aquella túnica,
en cuyo antifaz aún deslumbraba el viejo sol que enmarcaba la solitaria jarra de
azucenas. Me sumergí por unos instantes en un tiempo pasado, hundí mi nariz en el aroma de recuerdos que el aterciopelado antifaz recubría con unas invitadas motas de polvo acumuladas por el paso de los años. Sólo pensar que aquellas ropas, olvidadas ahora, habían estado llenas de vida tantos años atrás, me erizaba el vello tras
la nuca, al recordar historias que hablaban de mis pasos por angostas calles por las que hoy es impensable transcurrir. Al extender la capa, con un golpe seco para verla en su plenitud, el sonido me recordó al crujir de la madera en la primera levantá dentro del almacén de los pasos. Su escudo, tan distinto pero a la vez tan semejante, era testigo de que el paso de los años había ido llenando de gloria a una hermandad
de barrio que se había ido nutriendo de la semilla de sus vecinos.
Inspiré con toda la fuerza posible, quería que el recuerdo, transformado en partículas, fuera entrando poco a poco en cada uno de mis alveolos y que se fuera fundiendo con la sangre de mis venas, para entremezclarse en las emociones de mi corazón. Así fue, aquella profunda inspiración desató aromas olvidados en lo más profundo de
la mente, olores de personas que se fueron sin quererlo, rezos miles ante el mismo titular de generación tras generación, que se habían arrodillado rindiendo pleitesía ante el mismo Dios coronado de espinas en una Calzada cada año más distinta. ¿Quién podría saber que un recuerdo se pudiese oler, como huele el azahar al brotar en primavera? ¿Quién podría saber que un recuerdo pudiese tener sabor, como el trozo de recorte que
se recoge del torno una mañana de Domingo? Nadie puede saber eso, nadie puede imaginar que un sueño no es siempre algo por venir, sino que puede ser algo que ya se ha ido. La túnica continuaba abotonada, cada botón a la misma distancia, se podía intuir incluso el cariño con el que habían sido colocados en los espacios que quedaban entre ellos. Las finas puntadas para que se fijaran, los pequeños zurcidos
en algunos lugares que había desgastado el uso, el aroma de un último lavado que el tiempo no había querido que se marchara… hermosa herencia, escondida en un baúl.
La tarde de agosto comenzaba a ser un poco insoportable en la buhardilla, el calor del verano traspasaba las cansadas vigas de madera que componían la techumbre.

Entonces fue cuando clavé la mirada en aquel bolsillo de la pechera. En su interior
una foto en blanco y negro de la Virgen de la Encarnación, tan radiante como siempre,
con su mirada baja y su gesto dolorido, con su sumisión eterna ante el mensaje del Ángel.
Tras la foto había otra pegada, quien sabe si por el tiempo o por intención, mi abuelo,
con la túnica puesta, sostenía a mi madre y mi tío sobre sus brazos ante una iglesia, la
misma de siempre, pero cuyos árboles actuales de la avenida no eran más que unos pequeños ramajos recién plantados. No pude por más que sonreírme al recordar dos fotos, en el mismo lugar, pero con distintos personajes, aquella en la que mi padre me sostiene
junto a mi hermano en el mismo lugar y aquella que tengo en la cartera con mi hija
sobre los brazos en el mismo sitio, ahora entiendo el por qué tanto de insistir en que fuese justo en ese lugar por parte de mi padre. ¡Qué gran verdad que los grandes tesoros
siempre duermen en cofres de madera! Me sorprendí a mí mismo sosteniendo en
ambas manos las fotos separadas por el tiempo, donde cuatro generaciones posaban sin ser conscientes de cómo el tiempo les había cambiado y había cambiado también la fisionomía de una cofradía que se había hecho grande, que había sabido hacerse querer entre los hijos de sus primeros cofrades, una cofradía que había aprendido a aunar familias separadas por la distancia y reunirlas en el recuerdo, qué hermosura, entonces la voz de mi esposa me devolvió a la realidad: – Al fin te encuentro, ¿dónde estabas?
– Disfrutando de una tarde de Martes Santo.

Anónimo.

«Cita en Raimundo» por Paco Borrego 15/2/2019

Carlos, el hijo mayor de mi amigo Félix tuvo a bien el compromiso de seguir en la tarea de continuar lo que fuimos y, bajo el nombre “Amigos de La Calzá”, creó un grupo en WhatsApp donde se escriben y se citan con el dichoso aparatito del móvil. El mundo de hoy camina a marchas forzadas inventando artilugios; pero que, por el contrario, aún adolece del mismo mal que aquejaba a nuestros ancestros. Bueno, pues aprovechando que iba a presentar el cartel que había creado para la ocasión, fuimos invitados por él cuantos quisiéramos ir a tan entrañable acto. José Mari, a preguntas de Carlos, le dio la idea de hablar conmigo para introducir con unas palabras la presentación de su cartel y, hete aquí que a un servidor y, una vez aceptada con gran placer mi encomienda, no se me ocurrió otra cosa que “regalar” al personal una de las mejores poesías de mi libro “Semblanzas de Pasión”. La dedicada al pasaje evangélico que se representa en nuestra Hermandad de San Benito. Me perdone la “Palomita de Triana” si no hice mención a ella, máxime cuando está próxima la efeméride de los veinticinco años de su Coronación Canónica. Os prometo que ya se homenajeará como es debido en estos Viernes. ¿Dónde reunirnos? ¡Pues en Raimundo!, ¿dónde si no?. Y, allí estuvimos todos los que quisimos. Los que no, se perdieron mucho, porque, amigos, la vida no es cuánto vivas, sino cómo la vivas y a mis 62 años que estoy a cumplir, si Dios quiere, dentro de nada, he descubierto que vale más un minuto de satisfacción que mil años de aburrimiento. Estará de acuerdo mi querido amigo, Alfonso, “el Cabeza”. Sentado un servidor frente a él y junto a su mujer Candi, recordamos el día que apareció con una raqueta de tenis, mostrándonos que existían más juegos que la pelota, la piola, las bolas, el trompo o la lima. Muy refinado él, nos degustaba con el arte de Santana (¡no tenía dientes!). Y ¡Candi!, la “civilera” de aquel Cuartel que tan buenos recuerdos me trae. Candi, el “limones”, el Mancheño, el “Bota de Oros”, y…¡la otra Candi! Aquella que con su figurita y sus falditas cortas, hacía las delicias de muchos. Se sabía cortejada por quienes se nos caía la baba nada más verla. ¿Verdad Pepe, “El Bola”?. Me comentó la mujer de Alfonso que anda hoy por Barcelona más integrada en las “costumbres” catalanas que en la que fue su verdadera realidad. ¡Cosas de la vida! A mi izquierda estaba Cándido, ¡el bueno de Cándido! Nunca quería estar junto a él, pues todas las jovencitas se fijaban en su portentosa figura y uno se frustraba porque la vida no me hizo tan agraciado. A su lado, su mujer Mari Ángeles. He de reconocer, no te molestes Cándido, que conserva un aspecto fenomenal. Lo que es de agradecer por despertar mis ya atrofiados sentidos. Al frente y junto a Candi, se encontraba “el Pitisú”. Lo siento Conchi, pero tu marido siempre será “El Pitisú”. Ni que decir tiene sus recordadas correrías con quien escribe, con el Félix, aquel que repartía pan por los corrales de nuestro barrio. A quien ayudábamos “el limones” y yo a cruzar el carro por las vías del tren para evitar subir el puente. ¡El puente de la Calzá y Pilatos por él! ¡Qué pasión no ponían los costaleros en las trabajaderas para llevar a Sevilla al Hijo de Dios!. Raimundo hizo de sus adoquines la base del mostrador de su establecimiento. Más allá se encontraba al lado de “el Pitisú”, “el Bragas”. No me pregunten por la razón de estos motes. Todos tienen su significado y algún día los desvelaré, mas hoy no. Para quien escribe, “el Bragas” es mi ilusión frustrada de capataz. Quien mejor conoce los íntimos secretos y la singularidad de ese portento que se pasea los Martes Santo, pero la envidia y el egoísmo no hizo posible mi anhelo. Aquí recuerdo igualmente las andanzas de “el Parrita”, de su padre sentado a la puerta con su gorrilla y bastón, su madre con el delantal sobre el traje negro de las andaluzas de entonces. ¡Siempre tenían luto por alguien!. De “el Enri” haciendo cajas de cartón con su familia en el zaguán de su casa. “Cartonajes Pagusa, los que menos se usan”. De don José “Cojones” Flores (esta vez sí llegó puntual a la cita). De Antonio “el Militar”, ¡como si los demás no hubiéramos hecho la “mili”!. Con su risa y su bonhomía siempre a flor de piel. Y, ¡cómo no!, ese hermoso Cartel que con tan sincero Amor y dedicación diseñó y creó Carlos para convocarnos a tan emotivo acto. Muchas Gracias, Carlos, por continuar la loca aventura de cuantos soñadores de entonces creamos el Grupo Joven de San Benito. Sí, amigos, lo más importante no es los años vivas, lo verdaderamente trascendente es vivir los que te da Dios con intensidad y satisfacción. Y éste acto supuso en mi monótona existencia de jubilado un gran aporte de energía y vitalidad para seguir. Fue como si toda la existencia pasada se hubiera condensado en este lugar al recordar las vivencias y las travesuras de quienes un día fuimos tan jóvenes como los somos hoy, pero con más edad, algunos ya hasta abuelos, los niños de Carlos. No debo olvidar a las mujeres: A Conchi, a Isabel, a la Jóse, a Pili, a Candi, a Mari Ángeles, a Mari “la Marbú”, quien supo comprender el auténtico y sano espíritu de lo que pretendíamos, de cuanto fuimos y hoy somos, a Pilar, a Mame, a Ana Mari; ¡y a Beatriz!, querida amiga, mi final para nosotros. Un monstruo vino a vernos, pero con fe, esperanza y tesón lograremos vencerle. Mucho ánimo, rezaré por ti a quien todo lo puede.

¡BUEN FIN DE SEMANA! – Fco. Borrego